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¿POR QUÉ LA BELLEZA?

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En el cristianismo, la belleza ocupa un lugar especial en el culto a Dios. Tiene el poder de despertar sentimientos de alegría y gratitud, y de revelar algo sobre la naturaleza de Dios. Desde la tradición del arte sacro hasta la belleza de la creación, el cristianismo siempre ha reconocido la importancia de la belleza en la vida espiritual. Sin embargo, en la cultura contemporánea, la belleza a menudo se pasa por alto o se devalúa. ¿Cómo podemos redescubrir el valor de la belleza en nuestras propias vidas y en nuestro culto a Dios?

La belleza es una de las muchas cosas que hemos perdido desde la época de prosperidad de la Iglesia medieval. Junto con la cultura secular llegó la plaga de la fealdad y la superficialidad, el movimiento de "la forma sigue a la función", así como el minimalismo y la preferencia por lo artificial sobre lo natural, como podemos ver en los árboles de Navidad naturales en las plazas, que han sido reemplazados por estructuras de alambre, vidrio y plástico. La belleza como culto y como rasgo del carácter de Dios ha sido reemplazada por la belleza como mero atractivo comercial y una opción de moda.

Hemos perdido la ambición de grandeza, junto con la ambición de conocer a Dios. Si no existe el bien supremo, no tiene sentido esforzarse por ascender. Si no existe la verdad, la belleza ni la bondad absolutas, tampoco existe una jerarquía de valores y moral. Todo puede ser bueno o malo, según el juicio momentáneo del observador. Si no hay infierno ni cielo, tampoco hay mucho en el punto intermedio. Flotamos en un espacio tridimensional de realidad sin límites ni ejes que nos indiquen arriba y abajo. No es de extrañar que hayamos acabado en desarmonía, desunión y desmembramiento de las estructuras morales. Son difíciles de alcanzar, y si se elimina el fin, se elimina simultáneamente la motivación y se reduce todo a caprichos y conveniencias que no resisten el rigor necesario para alcanzar la grandeza.

En el cristianismo, por otro lado, todo importa. Cada pequeña cosa ocupa un espacio en una jerarquía de adoración a Dios. A cada pequeña cosa se le da un talento para multiplicarse y devolver al Dador. El hombre es la más grande de las criaturas y se le da el derecho de orquestar todo el resto de la creación en la adoración ideal. Es la idea que inspiró la tradición de la belleza donde la concentración de los más altos logros artísticos y de diseño gira en torno a la adoración. Cada criatura, desde la piedra hasta la flor, hasta el conejo, se purifica a su forma más alta, para convertirse en una prenda, una estatua, una pintura de icono. Una piedra que yace en el campo, no importa cuán monumental sea, es muda hasta que es tallada por un escultor talentoso en algo que dice más que las palabras. La Piedad, una losa de mármol que cuenta la historia de amor más grande en la historia del mundo, es una piedra que participa en la adoración a Dios a través de manos humanas mucho después del fallecimiento del propio artista. Durante siglos, la excelencia humana ha dado lugar a la música y la arquitectura, arte sacro, donde la grandeza del tema encuentra su equivalente en la maestría de la ejecución artística, la primera de las cuales se ha perdido en el arte en los últimos siglos, donde el contenido del arte se ha deteriorado de sagrado a secular y, hoy en día, a profano.

La belleza despierta adoración sin siquiera reconocerla. Un espléndido panorama montañoso, el Gran Cañón, las cataratas del Niágara, una puesta de sol, ¡por enésima vez, una puesta de sol! Experimentar la belleza nos conmueve hasta la alegría y las lágrimas, despierta los instintos superiores y la gratitud. El suspiro del corazón ante algo bello o una vista es la adoración a Dios, sin palabras, pero llena de agradecimiento. No podemos estar agradecidos con nosotros mismos, ya que no la hemos creado. No podemos estar agradecidos con el Big Bang ni con la evolución, ya que no podemos creer que una belleza de tal excelencia sea una mera coincidencia o el fin evidente de miles de millones de años de procesos geológicos. El secreto está en conocer a su Creador, en saber a quién estamos agradecidos, incluso sin reconocerlo.

El mundo no tenía que ser tan hermoso para existir. El pájaro podría haber sido simplemente un avión con órganos internos en lugar de motores y asientos. ¿Por qué es un pájaro tan desgarradoramente hermoso? Una pequeña criatura que no tiene alma eterna como los humanos, ni libre albedrío ni discernimiento entre el bien y el mal, se reviste de una belleza sobreabundante; cada detalle de sus plumas alaba a Dios, y su vida sencilla da testimonio de la bondad y el amor de Dios por sus criaturas. La creación nos enseña sobre Dios y sus leyes eternas, y también nos habla de su carácter. Las criaturas se convierten en palabras para él. Me pregunto si primero vino el sacrificio y solo después la sangre. ¿Si primero vinieron el bien y el mal y solo después el día y la noche? Dado que Dios es eterno y sus leyes precedieron a la creación del mundo, la creación refleja leyes eternas como símbolos eternos que se encarnaron en la creación finita. De ahí se deduce que el hombre fue hecho a imagen de Dios. Él creó al hombre como un símbolo finito de la divinidad para que Dios pudiera encarnarse y hacerse hombre.

La belleza es importante porque en nuestra búsqueda de Dios es igual a la verdad y la bondad a través de las cuales estamos tan acostumbrados a buscar a Dios y, sin embargo, como dijo alguien sabio, la belleza es la única cosa espiritual que podemos ver con nuestros ojos.